Esta noche me cuesta trabajo dormir. No sé por qué, pero hay una cierta inquietud. No hay reposo, no es posible. Los malos entendidos del día se han extendido a la noche, y sobran más de siete pecados en este mundo contemporáneo nuestro que se arrebata con locuras y torpezas. Me digo que no sé lo que pasa, pero no estoy tranquilo. Mi conciencia viaja de un lugar a otro con equipamiento incluido y pocas ganas de descansar. Bueno: ganas sí, pero posibilidades de relajarme menos. No sé qué contar: repaso las buenas acciones de las últimas horas, y la apuesta se queda corta. Lamentable. También recuento las opciones de futuro, y aún me da más miedo, un terrible temor que no freno.
Es muy tarde, tarde en demasiados sentidos. Sigue la maldita noche, y el reloj delata un paso lento y certero que me hace tocar fondo. Parece que voy a morir de agobio, pero sé que no será, que no será así. Ha pasado muchas veces, he pasado por esto en más oportunidades de las que puedo recordar. Me siento solo y triste, y es como todo, y es como si nada, y quizá no importa, o es posible que sí. Juego con el tiempo, y el tiempo me impide soñar. No hay beneficio en la treta que se hace uno mismo.
Uno mira alrededor de lo oscuro y no observa absolutamente nada. No hay fianza, ni confianza, ni realización posible. Me intento llevar bien con mi entorno, con mis circunstancias, con la situación, que está poco definida. Voy de un lado a otro en el corto espacio de la cama, que sabe de mi falta de calma. No hay nada que hacer: me gustaría dormir tanto como un niño. Pruebo de todo, de todo lo natural, y sueño con mi Diosa. Hago un alto en mi desasosiego, y descanso hasta la mañana de ese mañana deseable.
He resistido un envite, un fuerte golpe, y me he evadido. He invitado a mi Amor, que es siempre una receta saludable, pero sé bien que volverá la ausencia de sueño. Será cuestión de unos días. Los presentimientos continúan con sus movimientos. Nada ha cambiado. Los desmanes del mundo y la impotencia con la que me muevo me hacen sentirme desaforado, descolocado, sin calor suficiente para abundar en probabilidades.
Aguanto la partida, y la soportaré en adelante con la presencia virtual o no de mi Musa, pero conozco el motivo de mi queja, y sé que no frenaré. Mi turno y mis ciclos equivocados nocturnos me seguirán abrumando de cuando en cuando.
Es el dichoso insomnio. Yo me acuso de los males del mundo con la fe de un cambio: lo intentaré de nuevo una y otra vez. Espero que se apunte alguien más con voluntad de cambio.
Juan Tomás Frutos
Fecha: 26/02/2003
Fuente: www.murciaregion.com
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