Duermes    
en la novedad     
de un solitario beso     
que nadie te da. 
Dejas que toda    
una marea irreal    
te acerque     
a la base de un monte     
desolado por la falta     
de esa vieja pasión     
que nada dio,     
pero que apretó fuerte     
en los tiempos     
en los que todo     
era pura significación     
espiritual. 
Echar de menos    
no es igual a deseo,     
pero se acerca.     
En eso estamos,    
aunque el pesar     
nos haga dormir     
en el cielo de unos justos     
que miran con sonrisas     
que apenas se oyen. 
Navegamos    
con una cierta zozobra     
y vertebramos todo     
con la ilusión     
de quien piensa     
que las cosas merecen     
lo que finalmente es. 
Tendremos    
que pasarlo bien,     
porque nos lo hemos ganado,     
y no por obligación.     
Duerme,     
duerme conmigo,    
hoy conmigo. 
Juan Tomás Frutos.
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