martes, 3 de marzo de 2009

Aura, momento, idea...

Una de las ideas más estimulantes que estudiamos en Teoría de la Información y la Comunicación es la de la crítica a la reproductividad técnica de la obra de arte (sobra decir, hablando de teoría y de arte, que lo es desde mi opinión). Palabras sencillas, pero con significados densos (aquí, ahora o aura), son verdaderos pilares en los razonamientos de Walter Benjamin. Por desgracia, ni él disfrutó de todo el apogeo del séptimo arte ni a nosotros nos llegó su opinión , desde una perspectiva más general, sobre esta forma de comunicación artística fundamental en las sociedades actuales.

El cine porta el gen de la copia fácil, en esto no cabe discusión alguna. Esta facilidad constituye un éxito (¿evolutivo? o ¿tecnológico? o…) sin parangón en la difusión de sensaciones visuales.

Dicen, los muchos que de él han hablado, que Orson Welles tenía por dogma la compañía de una cámara allá donde fuera. Parece como si supiera que el momento cautivo en celuloide es menos momento y, por ello, debiera invertirse más trabajo para obtener resultados semejantes a los de otras manifestaciones artísticas. Sirva como muestra que jamás montó la película de Don Quijote (proyecto que alargó durante catorce años), pero según Jess Franco grabó material para más de cuatro películas de metraje convencional.

Esta manera de entender la creación (soy consciente de que no he escrito: creatividad), en la medida de lo posible desarraigada del fenómeno comercial, le supuso constantes despidos, modificaciones de presupuestos, incumplimientos de contratos y, lo peor de todo, violaciones injustificadas del resultado final de muchas de sus obras.

Javier Marías escribió en 1997 un artículo, Frívolamente, fundamentado en uno de esos vídeos aleatorios que Welles había guardado para siempre en un momento, en un lugar y con un aura. En el texto, Marías se lamenta de que no estuviera disponible para el público, pero nosotros tenemos Youtube once años después. Ésta es mi primera aportación en el primer blog en que escribo, pero antes de que carguéis el enlace nos deberíamos situar:


Welles lleva unas semanas en el sur de España, envuelto en una constate lucha para la puesta en marcha de su último rodaje. No reciben algunos vestidos que había exigido para el atrezo de la película. Además durante los tres primeros días en la ciudad, gastó parte del presupuesto en una serie de fiestas justificadas para hacer los contactos necesarios en el buen devenir de las numerosas actividades que grabar un largometraje implica.

Una tarde calurosa recibe una llamada de sus productores, lo de siempre: qué pasa que esto no va, si sigues gastando dinero nos llevamos el rodaje a Yugoslavia donde es más barato, mira que te contratamos a pesar tu fama, Orson tienes que ser más profesional, el cine también es negocio, que si ultimátum, que si te mandamos un contable…

Welles está acostumbrado, no debería extrañarse, pero parte de su genialidad proviene de la capacidad de haber sido mayor cuando era pequeño y de ser pequeño aun siendo un hombre maduro. Un bombardeo de ideas le viene a la mente: los corrillos de la alta sociedad admirando sus chocantes comentarios de infancia nada infantiles, el viaje que realizó con su padre alcohólico por Europa cuando era niño, su “dickensiana” aventura en Irlanda en el papel real de huérfano que da sus primeros pasos en el teatro de una tierra extraña, la constante risa interior mientras gastaba la jugarreta universal entre universos jamás igualada en ningún medio…

De pronto, como accionado por el resorte de un mecanismo suizo, escapa del hotel, se lleva la cámara y a uno de sus ayudantes. Van en un coche sin saber bien adónde. Y la ve, una puesta de sol que encaja con lo que siente: “Para… Graba… Mejor primer plano… ¿Se ve bien el cielo?… Probemos con algo de Shakespeare…”

“Si no otra cosa, alimentará mi venganza… me ha deshonrado, se ha reído de mis pérdidas, burlado de mis gracias…” y lo demás mejor lo veis.


http://www.youtube.com/watch?v=sa1IZ7ewdOw


NOTA1: Se trata del monólogo de Shylock en El Mercader de Venecia, por si lo queréis buscar traducido.

NOTA2: La historia es inventada, pero no creo que Mr. Welles, precisamente, me denunciara (mirad si no: F For Fake, 1973).

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