En los últimos tiempos estamos asistiendo a un gran número de rumores, de noticias y de opiniones sobre los procesos de fusiones que se tramitan en el marco de una economía en recesión, y específicamente en la esfera de los medios audiovisuales. No es fácil tomar medidas cuando la crisis llega de forma tan galopante y extendida, lo que, unido a la inseguridad sobre el futuro a corto y medio plazo, gesta una coyuntura mucho más complicada.
En este marco, las propuestas que hacemos en torno a las posibles fusiones de las empresas audiovisuales, o de otras compañías con éstas, tienen que ver con la necesidad de reivindicar esa vocación social y de servicio público que siempre han tenido, y que tienen, los medios de comunicación.
Así, pues, conviene recordar que el principal patrimonio de las empresas son sus trabajadores, que hacen posible, insistamos, el derecho a la información que tienen los ciudadanos.
Por otro lado, pensemos que la creatividad es un intangible que no siempre se puede ponderar en dinero. Reiteremos que la autorización de puesta en marcha de nuevas televisiones no se basó en su día únicamente en criterios empresariales, por lo que éstos no deben ser la premisa a esgrimir a la hora de defender las fusiones de televisiones.
El primer deber de una empresa periodística es servir a los intereses de los ciudadanos, por lo que éstos han de ir en paralelo, nunca en desequilibrio, a los objetivos economicistas que toda sociedad mercantil dice o debe perseguir.
Una exigencia más que evidente es que el Gobierno y las asociaciones profesionales han de velar por la transparencia de los procesos fusionistas, si se producen.
Subrayemos, asimismo, que, de darse las fusiones, debe haber garantías de los derechos de los trabajadores, tanto en el ámbito laboral como en el profesional. No deben ser una excusa para reducir plantillas, para precarizarlas o para aminorar salarios o derechos consolidados, si los hubiere.
La crisis por la que pasa el sistema de financiación de las televisiones se debe mucho a que todas compiten por ofrecer los mismos tipos de programas en una búsqueda, a corto plazo, de una audiencia amplia, en vez de fomentar una audiencia más crítica y más consumidora de otro género de formatos, una actitud ésta última más arriesgada y que se plantea unos objetivos de éxito más a medio o largo plazo. Conviene, pues, cambiar la visión y la visibilidad de los medios.
La mayor estrategia de un medio de comunicación ha de ser la presidida por el bien de la ciudadanía, y, en aras de ella, en toda actitud o postura empresarial al respecto de lo que nos ocupa, esto es, la unión de sociedades periodísticas, ha de defenderse la máxima transparencia, sin perjuicio de las cautelas que se deban tomar para evitar posiciones de ventaja de otros medios.
Finalmente seamos consecuentes y resaltemos que, cuando se dan problemas estructurales importantes en la economía en general y en el sector audiovisual en concreto, debemos pensar que no siempre gestar empresas más grandes supone un beneficio para las partes que se han unido.
La máxima en una coyuntura tan especial como ésta siempre ha de ser la de conjugarnos todos para salir juntos de una puesta en cuestión que a todos incumbe y cuya superación a todos igualmente beneficia.
Juan TOMÁS FRUTOS.
martes, 21 de abril de 2009
La fusión audiovisual
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jtomas@um.es
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18:20
Etiquetas: Juan Tomás Frutos
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