lunes, 15 de junio de 2009

Supervivientes

Se llaman Antonio, Juan, María, Noelia… Tienen nombres tan universales como repetidos. Ustedes no los conocen (lo cierto es que no son personas populares: no salen en televisión), pero sí les apunto que son seres excepcionales. Han batido records, y no, precisamente, de esos que se repiten en programas o espacios audiovisuales insulsos. Son seres irrepetibles, únicos: son supervivientes.

Nadie como ellos saben lo que es venir al mundo con dificultades y superarlas. Cada uno tiene su historia, pero poseen en común su deseo de aferrarse a este mundo con uñas y dientes, dispuestos a sortear todo tipo de obstáculos, y vaya si lo hacen.

Son los supervivientes de esas unidades especializadas con las que cuentan hospitales de referencia en cuidados de neonatología. La mayoría han llegado a este mundo antes de tiempo (las circunstancias mandan), y cada cual tiene su argumento vital, que empieza a escribir con fuerza y con agallas. No saben hacia dónde van, pero sí que quieren salir adelante, y lo hacen.

Tienen la ayuda de sus padres (y mucho amor, que es básico para anhelar proseguir), disponen de recursos materiales y humanos extraordinarios, y están tocados por la gracia divina de sobresalir en sus afanes por mejorar en sus respectivos estados de salud. Son fuertes a más no poder.

Se presentan, sin saberlo, como ejemplos de vida. Los miro, y me doy cuenta del sentido que tienen las cosas que nos rodean. También percibo la obligación que tenemos con ellos. Hemos de mimarlos, de demostrarles que merece la pena este mundo convulso y variopinto en sus consecuencias y reflejos.

Tienen nombres comunes, sí, pero no son nada comunes. Sus padres lo saben, y por eso les envuelven con besos y abrazos. Siguen ahí, y ahí seguirán por mucho tiempo para mostrarnos el camino de una verdad impecable: la esperanza mueve el mundo. El suyo, y el nuestro también, claro.

Asumo, asimismo, que en adelante estaré en la vanguardia de los protectores de estos supervivientes, porque también tengo muy claro que ellos, en su intento de superación, me hacen un favor: me dicen que no me rinda, que, si ellos pueden, todos nosotros debemos mostrarnos con más convicción ante los avatares de la existencia. Los contemplo de nuevo, con mucha ternura y pasión, y los veo como los mejores. Lo son.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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