miércoles, 6 de enero de 2010

GONZALO GÓMEZ: ESCRIBIR ES LA MITAD DEL TRABAJO, LA OTRA MITAD HACERLO VALER

 5 Enero 2010

HABLANDO DE LIBROS: GONZALO GÓMEZ: ESCRIBIR ES LA MITAD DEL TRABAJO, LA OTRA MITAD HACERLO VALER
02/01/2010 www.vegamediapress.es
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Francisco Javier Illán Vivas
. Hablando de libros


Gonzalo Gómez Montoro nació en Murcia en 1982. Es licenciado en Filología Inglesa y Filología Hispánica por la Universidad de Murcia. También ha cursado estudios de Periodismo en la misma universidad. Residió durante un año (2002-2003) en la ciudad de Lille (Francia), gracias a una beca Erasmus.En Clermont-Ferrand (Francia) ejerció de profesor de español en un instituto durante el curso académico 2006-2007. Recibió el primer premio en el certamen Mola Joven 2005 en la modalidad de narrativa.
También ha sido distinguido con dos accésits en el certamen Murcia Joven en las ediciones de 2005 y 2006. Fue finalista y seleccionado para su publicación en el IV Certamen Universitario Nacional de Relato Corto Booket 2007. En 2008 ganó el 1er premio del certamen de narrativa Corazón de la Mancha y fue seleccionado para formar parte de la Antología de la Novísima Narrativa Breve Hispanoamericana Mondadori 2008. En 2009 recibió un accésit en el XXVIII Concurso de Relato para Jóvenes del Ayto. de Albacete y publicó la colección de relatos El armario de Abdou en la editorial Tres Fronteras. Además de las revistas digitales Tonos digital y Como un ángel sentado en manos de un barbero, ha colaborado en las revistas literarias Ágora Papeles de arte gramático y Escribir y publicar. Hasta la fecha, su obra se ha centrado casi por completo en el género del relato breve. En estos momentos compagina la escritura con las oposiciones a Secundaria, su segundo libro de relatos, la licenciatura de Periodismo y la labor de crítico literario en el suplemento cultural Ababol del diario La Verdad. También le podréis encontrar en su blog aguasdeceniza.blogspot.com donde suele publicar reseñas críticas, relatos, crónicas de viajes y todo tipo de textos literarios.

Pregunta.- Quien lea tus datos biográficos sabrá que está ante una persona inquieta, trabajadora, un escritor casi compulsivo, pues desde el 2003-2004 parece que no has parado de escribir, trabajar y viajar.
Respuesta.- Creo que todo es cuestión de organizarse, tener un mínimo de disciplina, bastante curiosidad y, sobre todo, poner mucho entusiasmo en lo que uno hace, además de hacerlo con el mayor esmero posible. También es muy importante saber bien qué es lo que te apasiona, y una vez que lo sepas dedicarte de lleno a ello e intentar dar lo mejor de ti mismo, ser humilde y pensar que lo que haces siempre se puede mejorar y, claro, no desanimarte, pues, como dice la ley de Murphy, las cosas siempre son mucho más difíciles y cuestan más esfuerzo de lo que parece, y nunca te salen a la primera. Si miro para atrás me da la impresión de que estos años he hecho cosas, pero, sinceramente, creo que podía haber hecho muchas más. Fíjate, a mi edad Vargas Llosa había escrito una obra maestra del cuento llamada “Los jefes” y esa otra maravilla titulada “La ciudad y los perros”. ¿Qué he hecho yo en comparación con eso? Mejor ni lo pensamos. Ahora maduramos con retraso en literatura, aunque parezca lo contrario. Se considera joven promesa a un autor de cuarenta años cuando a esa edad García Márquez ya estaba escribiendo “Cien años de soledad” y Vargas Llosa había publicado “Conversación en la catedral”.
A mí me resulta difícil estar sin hacer nada, me pongo nervioso cuando me pasa esto, pero, por encima de todo, pienso que con las facilidades que hoy tenemos en los países desarrollados tiene mucho delito no aprovechar estas oportunidades, no sacarle todo el partido que podemos. Hace sólo unos años muy poca gente podía estudiar en España, ahora la persona más aislada geográficamente o con menor nivel económico tiene a su disposición una enseñanza gratuita, bibliotecas públicas, acceso a Internet, Clubs de lectura, Institutos de la Juventud, Escuelas de idiomas, Conservatorios, becas. Ya no vale la excusa de que “en mi casa no había libros” para no hacer nada, porque gracias a los medios de comunicación y a la enseñanza todos sabemos el beneficio que aporta la cultura, aparte de la enorme inversión económica que hay en estas facilidades y que no podemos permitirnos el lujo de no utilizar.
O sea, que quien no aprovecha el tiempo es porque no le da la gana o porque prefiere hacer otras cosas en su tiempo libre. Además, en las licenciaturas de letras te exigen tan poco que te da tiempo a hacer otras mil actividades, como aprender idiomas, informática, sacarte otra carrera, escribir, leer. No puedes conformarte con la rutina mediocre que te enseñan en la universidad o con lo que vas escribiendo, aunque te digan que lo haces muy bien o por muy buenas notas que saques, porque entonces estás acabado aunque sólo tengas veinte años. Tampoco concibo que un estudiante de mi generación, con todas las becas que existen (ni siquiera hace falta ser buen estudiante para conseguirlas) no salga al menos un año al extranjero y aprenda realmente bien inglés o francés, dos lenguas con las que tanto contacto tenemos y que representan el 90 % de lo que se escribe en Internet y de las publicaciones científicas, y que se prive a sí mismo de todos los beneficios que te reporta esa salida, empezando por que te ayuda a comprender mejor tu propio país. Y en cuanto a la escritura, me cuesta esfuerzo escribir, claro, pero una vez que cojo el hilo de la narración disfruto muchísimo, así que el trabajo se convierte en algo apasionante, sobre todo ir viendo cómo mejoras muy poquito a poco, porque en realidad uno no es más que un aprendiz que acaba de empezar. Además de esto, debo decir que he tenido mucha suerte, y que mi esfuerzo se ha visto recompensado con creces, lo cual me anima a seguir escribiendo.

P.- Y no sólo escritor, sino además, crítico literario en un medio que supongo exigente, Ababol, del diario La Verdad.
R.- Sí, me siento tremendamente afortunado de poder hacer reseñas en La verdad. Y por supuesto, saber que mucha gente va a leer esa crítica, en tres provincias (Ababol también aparece en las ediciones de Albacete y Alicante), aunque no sepan quién es el “reseñista” (autodenominarme crítico me parece demasiado), te obliga a leer con extrema atención los libros y a pensar detenidamente todo lo que escribes sobre ellos. Vamos, que tienes una responsabilidad, y no pequeña. Sabes que hay un autor que ha dedicado mucho tiempo y que ha puesto ilusión al escribir el libro que tienes ante ti, y no puedes emitir opiniones frívolas por el hecho de que sean más divertidas o hacer comentarios que estén basados en cuestiones extraliterarias (hay quien los hace), porque de esa forma estarías siendo injusto. Pero no nos engañemos, la crítica literaria de los periódicos ocupa hoy un papel secundario a la hora de influir en los lectores para comprar tal o cual libro. Los lectores son lo suficientemente maduros como para saber que se trata de una opinión más, por supuesto subjetiva, y que en ningún caso es definitiva. Solamente hay que ver los autores ninguneados en su momento por la crítica y que luego se convirtieron en referentes literarios. Personalmente, y quizá a causa de ese componente subjetivo, tiendo a fijarme bastante en los aspectos técnicos de las obras, lo cual creo que supone una manera de reducir el margen de error en tu juicio. De este modo, si una novela tiene unos diálogos inverosímiles difícilmente será una buena novela por muy original que sea su argumento o lo bien que adjetive el autor. Ahora bien, si la obra cumple unos requisitos técnicos mínimos, entonces ya podemos entrar en otras cuestiones de mayor profundidad, matizar más tu visión sobre la obra. Lo que no comparto es la opinión de mucha gente que piensa que la crítica juzga por capricho ni tampoco la de algunos escritores contemporáneos que, por haber recibido reseñas negativas, generalizan y desacreditan la labor de la crítica literaria, cuando hay mucha gente que está trabajando muy bien tanto en diarios de provincias como en prensa o revistas literarias de tirada nacional. En cualquier caso, esto de la crítica podría dar para muchas horas de debate, esta respuesta es solamente un resumen brevísimo de mi opinión.



P.- Y si alguien tiene duda de todo cuanto te pregunto, sólo tiene que saber que en estos momentos compaginas la escritura con las oposiciones a Secundaria, tu segundo libro de relatos, la licenciatura de Periodismo y la lectura para la crítica literaria. ¿Eres tú otro de los privilegiados que tiene un Giratiempo de la profesora Minerva McGonagall?
R.-No tengo ningún Giratiempo (risas). Como he dicho antes, todo es cuestión de organizarse, proponerse horarios y cumplirlos, y vencer a la pereza cuando nos ataca, sobre todo en los meses de este calor tan agobiante que tenemos en Murcia, meses que al fin y al cabo ocupan la mayor parte del año. Gregorio Marañón decía que era un “trapero del tiempo” porque aprovechaba los retales de minutos, los tiempos muertos para avanzar en sus tareas literarias. Además de las numerosas horas que paso en la biblioteca o en mi mesa de trabajo de lunes a domingo, también me gusta aprovechar los trayectos en autobús o incluso las tareas domésticas para pensar sobre lo que estoy escribiendo o leyendo, pues, en cierto modo, es como si estuvieras trabajando. Fregar los platos o barrer el suelo pueden ser labores altamente productivas, porque se realizan de manera mecánica y te dejan la mente libre para lo que llevas entre manos. Se me han ocurrido bastantes argumentos, diálogos o finales para mis relatos mientras hacía esto. También, como todo aprendiz de escritor que se precie, siempre llevo a mano una libreta o un papel para apuntar ocurrencias, frases, cosas que oigo, etc. Tengo que anotarlo en el momento en el que aparece la idea, aunque sea cuando estoy a punto de dormirme, porque si no se me olvida y luego me pone de mal humor no acordarme de todo. Creo que es igualmente importante estar centrado en lo que estás haciendo y no pensar en otras cosas que podrías o deberías realizar en ese momento, porque si no al final no haces nada bien. También es buena idea proponerte pequeñas metas, objetivos realizables a corto plazo, aunque sólo sea escribir un renglón diario si tus obligaciones no te dejan tiempo para más. La cuestión es escribir, practicar, no parar, avanzar dos palabras mientras el microondas te calienta el café. Sé que estoy hablando como un libro de autoayuda, pero es que es mi manera de funcionar, sobre todo en año de Oposiciones, una época en la que no te queda tiempo libre para casi nada.

P.- Tu primer libro de relatos en solitario es El armario de Abdou, motivo principal de esta entrevista. Ya habías conseguido varias distinciones, pero me comentabas que eras un desconocido. Y, sin embargo, publicaste. ¿Cómo llega Gonzalo Gómez a Tres Fronteras Ediciones y ésta decide publicarle? ¿Es más fácil que a un autor le publiquen siendo crítico literario o periodista?
R.-Desde luego, era un desconocido, lo sigo siendo y lo seré, dicho esto sin ningún pesar por mi parte. Es cierto que antes de publicar El armario de Abdou había recibido algunos premios y que varios de mis cuentos habían aparecido en ediciones colectivas, pero también lo es que todavía no me conocían ni siquiera en el mundillo literario murciano. Yo llevé mis cuentos a la editorial antes de empezar a escribir en La verdad, por lo que difícilmente me habrá sido más fácil publicar por lo que mencionas. Cuando dejé mis relatos en la editorial vi que estarían sepultados inmediatamente bajo una enorme pila de manuscritos, así que al cabo de unos meses volví a llevarlos con bastantes correcciones y para intentar que se situaran, aunque fuera por poco tiempo, sobre los otros manuscritos. Después de un tiempo me llamaron, me dijeron que les habían interesado mis relatos y que se iban a publicar. Con esto quiero decir que a veces no basta con intentarlo una vez, sino que hay que insistir e insistir, cuidando tu obra hasta el más mínimo detalle, eso por descontado. Cuando uno empieza, escribir es la mitad del trabajo y la otra mitad hacerlo valer. Los escritores que tienen agentes literarios me imagino que se ahorrarán ese esfuerzo, pero casi todos tenemos que pasar por ahí. Buscar que te publiquen es cansado y a veces puede resultar hasta humillante, pero es así, no puedes desanimarte. En un mercado tan saturado como el del libro hay muchísima competencia a cualquier nivel, porque además los libros casi no producen dinero, así que no basta con escribir y moverte lo justito. Por otra parte, sería una hipocresía decir que los contactos, tanto en el mundo literario como en cualquier otro ámbito, no son importantes. Por supuesto que lo son, pero solamente hay que ver la cantidad de escritores que consiguen hacer llegar sus obras al gran público y que no son ni periodistas ni críticos literarios ni presentadores de programas de libros. Yo me atrevería a decir que son la mayoría de los escritores, porque en realidad casi todos partimos de cero.



P.- A quienes nos movemos por los foros literarios de Internet, sabemos de las quejas de los autores noveles por la dificultad en publicar. ¿Es más fácil que a un autor le publiquen siendo crítico literario o periodista?
R.- Enlazaré esta respuesta con la anterior. Puede ser que, recibidos dos manuscritos al mismo tiempo, en una editorial lean antes el que vaya firmado por un crítico o un periodista, pero este dato no es ni muchísimo menos determinante para que te publiquen. El manuscrito del periodista o del crítico debe tener, como mínimo, tanta calidad como el otro manuscrito, y si el texto remitido por el, llamémoslo no-crítico o no-periodista, tiene más nivel, seguro que será publicado antes por la editorial. Luego hay que tener en cuenta otros factores tan importantes como el carácter más o menos novedoso de las obras, que la forma de escribir de uno y otro sea acorde con el gusto del editor, que un tipo de libro esté más de moda que otro, etc., etc. A esto hay que sumarle lo que respondía en la segunda pregunta, esto es la escasa influencia que hoy en día tienen los críticos literarios, sobre todo los de provincias, que son leídos principalmente por gente del mundo literario local, pero que no son seguidos muy asiduamente por el público mayoritario, el que representa el grueso de la población que compra libros. Por eso insisto en que lo de ser crítico o periodista influye mínimamente a la hora de que te publiquen. Además, la crítica puede ser un arma de doble filo, porque tú mismo puedes ganarte la enemistad de algunas editoriales al reseñar negativamente a sus autores, pero eso no puede cercenar tu libertad para decir lo que piensas. Volviendo a las oportunidades que tienen los escritores noveles para publicar, están otros medios como los premios literarios, muchos de ellos abiertos a todo el mundo, que también pueden servir para ayudarte a que destaques un poco entre los demás escritores, a que tu voz sea escuchada, porque al fin y al cabo es lo que busca todo el que escribe. Pero la respuesta a tu pregunta está, otra vez, en que muchos escritores, incluyendo a los que han llegado a publicar en las grandes editoriales, no son críticos ni periodistas ni nada por el estilo. Otra cosa totalmente distinta es que hayan empezado a desempeñar estas tareas una vez que se han dado a conocer como escritores.

P.- El armario de Abdou contiene siete relatos con personajes que podemos encontrar en cualquier lugar, que conviven con nosotros en nuestro edificio, que conducen el taxi que tomamos, que se ilusionan por las más leves cosas que podamos imaginar o que son felices renunciando a un hipotético futuro maravilloso porque con menos piensan que tienen más.
R.- Me gusta tu apreciación, Francisco. Exactamente, son personajes que podemos encontrar en cualquier lugar, gentes que podrían ser nuestros propios vecinos, la persona que se sienta a tu lado en el autobús. De hecho, creo que no podría escribir historias sobre algo que no conozca muy de cerca, reconozco mis limitaciones al respecto. Me gustaría pensar que esta cercanía ayuda a que los protagonistas del libro resulten creíbles y, por así decirlo, auténticos. Me apasiona escribir relatos basados en anécdotas reales, muchas veces en sucesos que me cuentan conocidos o que me han pasado a mí, pero lo importante es que esa historia o, mejor dicho, la historia que resulta de tu elaboración literaria, trascienda esa anécdota inicial, que sea reveladora de algo de nuestra condición, da igual el aspecto que trate, aunque casi siempre tenga que ver con las relaciones entre las personas, tan complejas y difíciles. También es muy importante que esté todo implícito, que el contenido, por llamarlo de alguna forma, se desprenda del texto. Creo que en las acciones en apariencia insignificantes que se producen a nuestro alrededor hay muchos universos riquísimos y extraordinariamente poéticos, eso de que la realidad es infinita es totalmente cierto. La cuestión es saber mirar y sacar de esas anécdotas o sucesos la poesía que contienen, añadirles, quitarles o modificarles lo que haga falta para que ganen expresividad e intensidad, que tanta importancia tienen el cuento. Lo ideal para mí sería crear una realidad paralela partiendo de la que tenemos ante nosotros, enriquecer el mundo aportando otra dimensión de las cosas, que sería la dimensión del escritor. Ahí es donde entra en juego la personalidad del autor, que sea fino a la hora de abordar la historia, que no caiga en los tópicos, etc.
P.- Al final del tercer relato, Aguas de ceniza, escribí una nota: ¿qué son aguas de ceniza?

R.- No es la primera vez que me hacen esa pregunta. Ese cuento fue el primero que escribí de todos los que componen el libro, tenía 23 años. Es curioso, el título me surgió de una asociación de ideas motivada por un poema de Neruda y pensé que en ese sintagma de tres palabras estaba el embrión de un cuento. O sea, que tenía un título pero no poseía ni una historia ni personajes ni nada de nada. No me gusta explicar mis relatos, primero porque no sé hacerlo bien y, segundo, porque me parece que pierden la gracia si lo hago. La cuestión es que esas tres palabras me sugirieron una serie de connotaciones como pueden ser la ambientación que debía tener el relato, cómo debía ser el personaje y también el final, que encerraba su misterio en el propio título, y que no explicaré para no fastidiar la lectura del cuento (sonríe), si es que acaso tiene alguna explicación. Como decía antes, en literatura y en arte en general soy partidario del inmanentismo, creo que la explicación y el significado deben desprenderse de la obra, ésta debe hablar por sí sola, y no al contrario, porque de otro modo nos estaríamos acercando mucho a la charlatanería (y si hay dinero y vanidad de por medio, más aún), al traje nuevo del emperador, que es uno de los problemas del arte contemporáneo, en el que tú no puedes entender las obras hasta que no viene alguien y te las explica, la calidad entonces se supone que depende del rollo que te suelten, independientemente de la obra que estés contemplando.

P.- En el quinto relato, El maestro, señalé: ¿no lo deja abierto? ¿Lo deja abierto el autor para que el lector decida el final?
R.- A mi parecer, ese relato está cerrado; al quedar destrozada la figura se ha producido el clímax y a los protagonistas los ha fastidiado bien ese escultor tan extraño y con tan malas pulgas. Pienso que los relatos a veces pueden quedar cerrados aunque no terminen con una muerte o de forma lapidaria. La cuestión es que la acción interior del cuento haya llegado a un punto donde continuar la historia no aporte nada. En muchas ocasiones es mejor dejar el cuento en suspensión antes que alargarlo innecesariamente.

P.- Hasta el momento tu obra se ha centrado en el relato breve, y por lo que me contabas, preparas un nuevo libro de relatos.
R.- Es cierto, casi todo lo que he escrito, además de las críticas y otros géneros periodísticos, son relatos, algunos breves y otros no tan breves, novelas cortas podríamos llamarlas. En este momento estoy trabajando en un nuevo libro de cuentos, llevo aproximadamente escrita una tercera parte del total. Estos relatos serán bastante más extensos que los de El armario de Abdou y, si todo sigue según lo esperado, tendrán como tema común el viaje. De todas formas, puede que mañana o el mes que viene me arrepienta de lo que tengo escrito y que el proyecto se atrase, cambie totalmente o acabe en la papelera. Esto me pasa con frecuencia. Por otra parte, no tengo prisa por publicar este segundo libro; ya se sabe que la prisa en literatura es muy mala consejera.

P.- Permíteme unas preguntas sobre tu actividad creativa. ¿Cómo agrupas los relatos cuando decides enviarlos a una editorial? Y, finalmente, el orden en el que salen publicados, ¿lo decides tú?
R.- El orden de los cuentos del libro es el mismo que el del manuscrito que llevé a la editorial, con la excepción del relato que da título al volumen que, si no recuerdo mal, antes estaba en segundo lugar. El editor pensó que El armario de Abdou, entre otras razones por su temática actual, fuera el título del libro y el cuento que iniciara el volumen. Yo, en origen, situé el relato titulado “El regreso” en primer lugar porque pensaba que era el mejor del libro o, al menos, el que más podría atraer a los lectores para que siguieran leyendo. Por supuesto, en todo libro de relatos hay un desequilibrio, la cuestión es minimizarlo, porque es imposible que todos te salgan igual de bien o con la misma intensidad. Por eso, creo que hay que empezar con un plato fuerte, situar también alguno de tus preferidos por el centro y reservar otro de los que más te gusten para el final, de modo que sea un poco como la estructura de una montaña rusa, evitando siempre que las caídas sean demasiado pronunciadas (risas).

P.- ¿Cuándo sabes si un texto es bueno o malo? ¿Usas mucho la papelera?
R.- Creo que un escritor siempre debe exigirse al máximo, no ser nunca autocomplaciente. También pienso que uno es consciente del valor de sus textos en comparación con lo que ha producido hasta ese momento, a no ser que te ciegue la vanidad. Por eso es totalmente recomendable dejar reposar los textos un tiempo y luego releerlos como si les hicieras una radiografía, para apreciar hasta la más mínima falla, porque así, en frío, es cuando puedes apreciar el valor de lo que has escrito. Y si albergas alguna duda, por pequeña que sea, ese texto debe ir a la papelera, porque los demás verán ese fallo magnificado, como si lo apreciasen con una lupa. Igualmente, es muy conveniente tener lectores exigentes y de confianza, que te digan con sinceridad lo que piensan de tus escritos, porque muchas veces nos formamos una idea de nuestros textos que no se corresponde con la realidad. Como comprenderás, la papelera la uso muchísimo. Piensa que El armario de Abdou apenas son 30 o 40 folios a doble espacio. Pues esos pocos folios son los que he salvado de 4 años de trabajo, quizá el 20% de lo que he escrito en ese tiempo. Casi todo lo que escribo está condenado de antemano a la papelera, pero es que no concibo otra forma de ver la escritura, a lo mejor es por mi condición de novato, no lo sé. Además, creo que no tenemos derecho a publicar un texto que no valga la pena por mucho trabajo que nos haya costado escribirlo, sería una falta de consideración hacia los lectores.

P.: Haruki Murakami dijo una vez que escribir novela es un reto, escribir cuentos un placer, que es la diferencia entre plantar un bosque o plantar un jardín. Aún no has publicado novela, pero no me resisto a preguntarte ¿cómo lo ves?
R.- Todavía no he publicado ninguna novela, pero tengo varios proyectos en mente que intentaré desarrollar en cuanto termine las Oposiciones. Creo que escribir un cuento puede ser también plantar un bosque, y muy frondoso, dependiendo de la complejidad y la ambición con que afrontes el reto. La novela, por definición, es más laboriosa por el hecho de ser más extensa, pero creo que hacer un buen cuento es más difícil y trabajoso que escribir una mala novela. En realidad se trata de una cuestión de calidad. Más vale un buen cuentista que un novelista mediocre. Protestar por el ostracismo editorial del cuento respecto de la novela se ha convertido ya en un tópico, aunque tenga bastante razón. Otro problema distinto, según mi parecer, es que hay muchos cuentistas que son considerados grandes escritores dentro del mundillo del relato breve, aunque yo creo que no son tan buenos, ni mucho menos. Hay demasiado esnobismo en ese mundo, mucho “genio incomprendido” que reniega de los consagrados, cuando en realidad quedarían bastante mal parados si les comparásemos. En España a veces no sabemos apreciar la excelencia por más que la tengamos delante de nuestras narices, no sé si es por complejo o por esnobismo, como te digo. Para mí, los cuentos de Manuel Vicent, Manuel Rivas, Javier Marías y Juan José Millas (“Primavera de luto” y “Ella imagina” sobre todo) son bastante mejores que los relatos de muchos “profesionales” del cuento, aunque estos nombres “famosos” que te cito nunca aparezcan en las listas del cuento. Lo que me interesa es el texto en sí, me es igual que lo haya escrito un pintor, un dramaturgo o un reconocido cuentista. En cualquier caso, no creo en la especialización literaria, entendida ésta en ceñirse a un género más que nada para erigirte en reyezuelo de tu taifa.

P.: Cristina Fernández Cubas definió el cuento como “algo misterioso y titánico, que va siempre más allá de la extensión que tiene”. ¿Hay solución para ese enigma?
R.- Claro, el cuento siempre debe ir más allá de la extensión que tiene. Creo que esto tiene bastante que ver con lo de trascender la anécdota que he dicho antes. La historia tiene que ser reveladora de algo, que arroje luz sobre algún aspecto humano. Estoy pensando en ese relato genial de Manuel Rivas titulado “El artista de provincias”, incluido en “El secreto de la tierra”, sobre un pintor coruñés que, después de marcharse a Madrid y seguir las modas, termina volviendo a su voz inicial, a pintar vacas. Ese es para mí un ejemplo de buen cuento, con sentido del humor, agilidad, misterio y ese “contenido humano” que va implícito de forma sutil, como la gota de agua en la nube, por utilizar la preciosa metáfora de Ortega y Gasset. Si el cuento sólo se queda en relatar algo pintoresco o en describir las acciones de los personajes es un relato fallido. Entonces la solución del enigma está en que el escritor debe ser antes persona que escritor, debe tener sensibilidad como ciudadano anónimo, lo que veas en el ser humano debe ser lo que te empuje a escribir y no al contrario, a escribir para que conozcan en tu barrio o para presumir delante de tus amigos.

P.: ¿La buena literatura está hecha por gente desobediente?
R.- Creo que la buena literatura está escrita por los buenos escritores, todo lo demás da igual. Sólo tienes que ver al escritor caribeño VS Naipaul, Premio Nobel y escritor extraordinario, aunque como persona, según todos sus biógrafos y familiares cercanos, deje bastante que desear. Claro, es un escritor al que me encanta leer, pero al que no querría tener como amigo (y si no, que se lo pregunten a Paul Theroux), son dos cosas totalmente diferentes. En la respuesta anterior decía que un escritor tiene que ser antes ser humano que escritor, pero no he dicho que tenga que ser ni buena ni mala persona, sino que sepa observar la condición humana, entrar en el mundo de los humanos. Otra cosa es ver el mundo con ojos de escritor, vivir en tanto que escritor, etc., pero incluso antes de eso has tenido que ser persona, ciudadano anónimo. Y luego tenemos que ver qué es eso de la desobediencia, a qué nos referimos exactamente, porque es algo muy abstracto y creo que a estas alturas es bastante ingenuo declararse desobediente, cuando en realidad obedecemos a los bancos, a tu jefe del trabajo, a tu pareja, a tu familia, a tu editor, a tus lectores y a mil cosas más, aunque no lo queramos reconocer. Hoy en día las tendencias literarias son tan numerosas y tan variadas, el mundo literario está tan sumamente atomizado, que no se puede generalizar, porque si dices que desobedeces a algo al mismo tiempo estás obedeciendo a otra cosa. No sé, me produce ternura que alguien a estas alturas sea tan cándido como para considerarse desobediente.

P.: No puedo olvidar que eres crítico literario en Ababol. ¿Cómo llegan los libros a Gonzalo Gómez, cuanto tiempo le dedicas a la lectura de los mismos y a escribir las reseñas?
R.- La mayoría de los libros son enviados al periódico por las propias editoriales. También hay autores que me los hacen llegar directamente a mí, gente que me lo pide. Yo reseño todos los libros que me dan, siempre y cuando estén publicados con un ISBN o un Depósito Legal, no hayan pasado demasiados años desde su publicación y tengan un mínimo de relación con la literatura y la cultura, aunque sé que esto es difícil de delimitar. Por poner un ejemplo, no podría reseñar un manual de agricultura o de funcionamiento de tractores, no tengo nada en contra de los tractores, pero en el periódico creo que no lo aceptarían. Al leer cada libro tardo más de lo que tardaría un lector normal, porque me detengo en muchos pasajes, no puedo permitirme el lujo de saltarme páginas, y además me gusta subrayar fragmentos y tomar notas mientras leo. Es una costumbre que tengo desde hace mucho tiempo, así que no me ha supuesto un cambio significativo en mi manera de trabajar. En cuanto a las reseñas, como mínimo tardo una mañana o una tarde entera en escribir cada una de ellas. Sin exagerar, me puede llevar cuatro o cinco horas escribir una reseña de 300 ó 400 palabras, el equivalente a un folio o un folio y medio. Pienso mucho todo lo que pongo, corrijo constantemente y, por tanto, avanzo muy despacio.

P.- No sólo de letras vive el hombre. ¿Dónde podemos encontrar aGonzalo Gómez Montoro en la red? ¿Le dedicas mucho tiempo a ella?
R.- Le dedico mucho tiempo a la Red, y cada vez más. Creo que Internet es como el sueño americano pero en versión digital y en bata de estar por casa. Me fascina la filosofía con la que fue creado, gente de todo el mundo cooperando y perfeccionando el invento de forma prácticamente altruista. Tampoco podemos ser ingenuos como para no darnos cuenta de que mucha gente aún no tiene acceso a la Red; es decir, pensar que es un medio totalmente universal, porque falta mucho para que lo sea. Lo que sí me entusiasma es que esta herramienta permita que una persona con un blog o una Web, en la aldea más perdida del Himalaya, pueda convertirse en un crítico literario más influyente que el propio Harold Bloom. Sólo hace falta que trabaje muy bien y que sepa moverse, porque al final los lectores irán afluyendo de todas partes del mundo. Lo que pasa es que de pronto Internet ha creado una oferta descomunal, muchísima gente se ha puesto a escribir, y hace falta discernir lo que tiene calidad de lo que no tiene. Pero el futuro de muchas revistas literarias está en la Red, fíjate el caso reciente de “Ágora, papeles de arte gramático”, que está llegando a rincones del mundo como nunca lo podría hacer la versión de papel.
Ahí radica el poder de Internet, también en el caso del español, pues nos sirve para acercarnos a Hispanoamérica creando lazos mucho más intensos que los que teníamos hasta ahora. Pero insisto en que hay que cuidar muchísimo el contenido y, también, el diseño, tenemos que aunar estas dos cosas para sobrevivir dentro de la ingente oferta disponible en Internet.

P.: Y como esta sección se llama Hablando de Libros, el futuro de los mismos, ¿cómo lo ve el contador de cuentos?
R.- Sin ir de profeta, ni muchísimo menos, creo que el libro en papel no va a desaparecer por completo, pero me parece que se verá bastante afectado y que, por tanto, se reducirá su publicación por culpa del formato digital. Me parece que el e-book no funcionará porque tener un aparato sólo para leer es un engorro. Tengo la impresión de que cuando los portátiles desarrollen pantallas tan agradables para leer como las de los e-books, entonces es cuando vendrán los problemas para el libro. Porque, claro, las obras se podrán descargar en pdf de la Red antes de que estén en las librerías, como pasa ahora con el cine o la música. De hecho, ya hay muchos libros que se pueden descargar. También hay que tener en cuenta que las próximas generaciones no poseen esa veneración al libro con la que nosotros hemos crecido, están acostumbrados a leer en la pantalla desde la escuela. De todas formas, creo que si el libro tiene que desaparecer por la llegada de un soporte más eficaz, pues tendrá que desaparecer, es ley de vida, igual que desapareció el cassette o el vinilo, y eso que a mí siempre me ha gustado el olor de un libro, la tipografía, comprarlos de segunda mano, etc. Como le oí decir a Lorenzo Silva, el papel del escritor también cambiará; a los autores habrá que exigirles más, tendrán que ser creadores de contenidos que trabajen a la vez con diseñadores gráficos y programadores informáticos, sólo así podrán sacarle todo el partido a la plataforma multimedia, porque las opciones que ésta nos ofrece son extraordinarias. También está pendiente encontrar un acuerdo intermedio en el tema de las descargas, porque todo no puede ser gratis y los creadores tienen todo el derecho a cobrar por su trabajo.

Un placer haber bebido contigo estos breves cuentos.
Muchas gracias por tu interés, Francisco. Ha sido un placer, y espero haber respondido a tus preguntas.

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