domingo, 3 de febrero de 2013

Buenas causas


En esta especie de locura a la que nos hemos arrastrado como sociedad tanto en el primer mundo como en los sucesivos mundos económicos que hemos ido creando para agrietar estructuras que implican desniveles injustos entre grupos sociales y entre países, creo que, en la medida que podamos, que algo podremos, podemos apuntarnos a esas buenas causas que nos permitirán cambiar el “chip” y mirar con ilusión al futuro. Debemos.

El universo que nos rodea está colmado de objetivos y de acciones loables. Aparecen por todas partes. Puede que muchas se presenten tan pequeñas que sea complicado verlas, pero es cuestión de fijarse. Seguro que, en cuanto las captemos, daremos con fines tan grandes como el corazón que las mueve.

Hemos de curiosear por el destino propio y ajeno para dar con la voluntad y el cariño de multitud de gentes, de la mayoría, que se esfuerzan y se empeñan por un futuro mejor, a pesar de lo comprometido que éste se pueda hallar.

Pienso ahora, en la búsqueda de buenos ejemplos, en la labor que hacen en los hospitales multitud de profesionales y de voluntarios. Pienso también en quienes dan de comer a enfermos o en quienes se encuentran en situaciones de gran necesidad asistidos por otros conciudadanos. Pienso en los orfanatos, en los asilos, en los centros que asisten a personas con discapacidad, en todas las personas que los hacen realidad cotidianamente. Pienso en quien da una moneda mirando a los ojos de quien la recibe. Pienso en quien se para a escuchar al solitario. Pienso en los enamorados, que todos los días nos sanan. Pienso en quienes afrontan cada jornada eventos que saben perdidos de antemano, pero, aún así, no retroceden. Siempre me han apasionado aquellos que van en vanguardias pese a tener todo en contra. Esos sí que son valientes.

Todos gozamos, o podemos gozar, de buenas causas cercanas. Hay veces que no las detectamos, pero hemos de realizar el esfuerzo para que no se nos escapen. Podemos, sin duda, cambiar el mundo modificando pequeñas cuestiones.

Seamos solidarios

Recordemos que hay actitudes que tienen que ver con lo que gastamos y en qué lo hacemos para fomentar o no mano de obra bien definida y con derechos. Hay posturas que suponen no mirar para otro lado cuando vemos violencia verbal o física. Hay comportamientos que nos aclaran si queremos que la sociedad avance frente a los indecentes, que los hay. Los silencios no son rentables, ni tampoco que juguemos a caballo ganador. A medio o largo plazo perderemos todos, si no somos solidarios en lo bueno y en lo malo.

Tenemos causas excelentes como ayudar al vecino de la esquina, que ha perdido su trabajo. Hemos de devolverle su dignidad. Hemos de procurar que los niños de nuestro entorno tengan, igualmente, tantas oportunidades como los nuestros. Asimismo, hemos de esbozar sonrisas entre quienes nos ven, procurando aportar humor a situaciones de cierta hostilidad, desdibujando su maldad y transformándolas en otras consecuencias más ilusionantes. No permitamos que lo estéril nos gane la partida.

Hay buenas causas, indudablemente, en disponer palabras amigas, en confortar al que menos tiene, en dedicar tiempo a nobles iniciativas que nos regalen un poco de felicidad a cambio de contribuir con los que menos poseen. Hemos de ofrecer tiempo y dinero, siempre bien administrados, al bien común. Hagamos los deberes y abonemos el campo societario.

Si alguien alberga dudas sobre el compromiso que hemos de adquirir con los nobles fines, pensemos únicamente en esto: estamos de paso. Llegamos con las manos vacías, y con ellas nos vamos. Me lo recordaba mi abuela Josefa, y, con el tiempo, creo que nadie me ha dado una mejor lección. Mi mejor tributo a ella, y a mí mismo, es recordarlo, recordarla, y hacer que esa aseveración tenga todo el dinamismo posible. No lo olvidemos: las buenas causas nos aguardan, y, claro, sus efectos también.

Juan TOMÁS FRUTOS.

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