La historia personal y colectiva está caracterizada
por capítulos o escenas que nos colocan en un determinado sitio o que nos
encarrilan por veredas que, a su vez, influyen en lo que conseguimos, poseemos,
aprendemos y/o somos. Por eso es aconsejable que, periódicamente, dediquemos
unos minutos o hasta algunas horas a reflexionar sobre lo que realizamos con
nuestras existencias. El perfil que detectemos contribuirá a que desarrollemos
medidas para mejorar.
En este sentido expongamos que sucede de vez en
cuando que percibimos o nos ocurre algo que provoca toda una secuencia vital a
través de una elucubración por la que transcurre una época dorada. Divisamos
los años en un instante fugaz. Es verdad que creo que no hay mejor tiempo que
el presente, pero en estas ocasiones a las que aludo se produce una cierta
nostalgia que impacta y genera sentimientos agridulces, a la postre
ilusionantes. La Naturaleza humana es tan sabia que lo normal es que permanezca
el balance más positivo, lo cual ayuda a la interpretación aquí destacada.
Sea como fuere, contemplamos que la existencia es
más sencilla de lo que de manera cotidiana solemos afrontar. No olvidemos que hay
menos problemas importantes de los que referimos con asiduidad. Las complejidades,
sin dejar de lado los aspectos objetivos que nos golpean recurrentemente, se
basan en perspectivas variables y no definitivas, aunque puedan ser
determinantes.
Hay coyunturas, hechos, acontecimientos, que nos llaman
la atención, puede que efímeramente, es posible que por un tiempo, y que nos
señalan de un modo fehaciente que los itinerarios son más reiterados y
relativos de lo que meditamos a diario. La calma en las vivencias es una
garantía de justicia y de equidad en las apreciaciones. Ésa puede ser una de
las conclusiones que obtenemos de las estampas que glosamos.
Todo sucede por algo. No se trata de creer en lo
inevitable del destino, sino más bien en la conveniencia de sacar partido a lo
que experimentamos. La frontera entre lo escrito y lo no escrito no es fácil de
indicar. Nuestro coraje, seguramente, puede decantar los resultados hacia el
margen en el que nos hallemos más confiados en nosotros mismos. La fe mueve montañas, y sueños… que podemos
hacer realidad. Lo comprobamos cada vez
que palpamos aquello que nos regaló alegrías y que en la actualidad nos
desarrolla humanamente. Es el caso.
La existencia humana está llena de enigmas, de
opciones de cara al corto, medio y largo plazo. Las sendas elegidas perfilan
los resultados, los resúmenes, lo que conseguimos. Nada acontece totalmente por
azar. Lo que acogemos, así como lo que perdemos y omitimos es consecuencia de
criterios, de actitudes y de posiciones ante lo que se nos presenta o frente a
aquello que generamos directa o indirectamente.
De nuevo, y como defensa de un comportamiento
existencial, en este nuevo amanecer, en este extraordinario día por desmenuzar,
vemos una resplandeciente luz, como la oteamos ayer. Sabemos, porque ésa es la
óptica, que algo bueno está por ocurrir: en esta jornada lo será porque hemos
decidido ser dueños de nuestro porvenir desde una vigencia excepcional.
Juan
TOMÁS FRUTOS.
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