"Españolito que vienes al mundo, que Dios te guarde": ésta era la frase, casi una información, más que nada una advertencia, sobre todo un puro hastío irremediable, que se repetía durante el siglo pasado en nuestro país, la España vertebrada o invertebrada, según quien la mirase. Ciertamente, nuestro carácter complejo, a menudo enrevesado, y, a veces, insolidario, nos hacía vivir enfrentamientos de toda índole, que, en ocasiones, derivaban en fiascos y guerras fratricidas. La cosa ha cambiado, al menos un tanto, y los más jóvenes se divierten de otro modo. Un buen ejemplo reciente de nuestra Juventud ha sido la apuesta de las ONG´s para hacer frente al desastre del Prestige. Como digo, algo modélico. Si observamos lo que sucede a nuestro alrededor, los desmanes y los despropósitos que ocurren por aquí y por allá, nos damos cuenta de la enorme locura en la que viajamos sin equipaje. No puede ser, y lo sabemos, y, a pesar de todo, continuamos, como si todo no tuviera fin, que lo tiene. Lo que señalo: es un devenir, el nuestro, de pura demencia. Hay oportunidades en que nos venden "motos" extrañas que ya sabemos desde el principio que no pueden ser, pero proseguimos la farsa como si todo fuera, nunca mejor dicho, "sobre ruedas". No es así, casi nunca es así. Nos engañamos a conciencia, ¡y de qué manera! La paciencia acaba siendo una virtud frente a unas posturas de cinismo absoluto. Alguien dice que va a hacer tal cosa, o que nos va a devolver tal otra, o que va a conseguir un determinado objetivo, o que nos va a ayudar -"esta vez de verdad"- a una transformación completa... Alguien promete y miente; alguien señala y mira sin ver; alguien nos subraya un imposible afirmando que es cuestión de tiempo, quizá para el día siguiente... Y nada, muchas veces nada. Lo peor es que días después, horas después incluso, te mira como si nada, como si hubiera descorchado una botella de vino malo, esperando tener más fortuna en la próxima ocasión. Aparte de la falta de civismo y de educación, esta situación es la base de una hipocresía que está haciendo enfermar a una sociedad cada vez más espesa y con menos criterio. Es de risa que nadie se queje, o que lo hagamos en voz baja. La paciencia que en toda suerte de ocasiones debemos derrochar es enorme, ingente, desbordante, porque cada día hemos de afrontar más y más "increencias". Nos reíamos de pequeños cuando nos contaban el cuento del rey desnudo que todo el mundo anunciaba vestido. La mentira y la memez en la que nos movemos en la actualidad dispara mucho más lejos. En mitad de tanta tontería se cuelan los listos, los "listillos" de tres al cuarto, que crecen y crecen ante el pasotismo de los demás. La gran desgracia de nuestra supuesta sociedad avanzada es que tiene que soportar a estos chupópteros sin escrúpulos que piensan una cosa, dicen que van a realizar otra bien distinta, y hacen otra que nada tiene que ver con las anteriores. Afirman que improvisan para no aludir a su caradura. Es tremendo, pero entre ellos va el juego, un juego en el que perdemos todos. Lamentable.
Juan Tomás Frutos
Fuente: 24/01/2003 www.murciaregion.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario